En el corazón del Colegio Bolívar, oculto a simple vista para muchos, se encuentra un espacio lleno de vida y transformación: la compostera. Este proyecto poco a poco se ha convertido en un pilar fundamental para la sostenibilidad del Colegio, pues no solo aprovecha los desechos orgánicos, sino que también educa y conecta a la comunidad con los beneficios de la implementación del sistema de gestión de residuos sólidos del Colegio.
Esto ha sido posible gracias al trabajo mancomunado de la coordinación de mantenimiento y proyectos, el personal de jardinería, el equipo del propósito de sostenibilidad y la dirección administrativa del Colegio.






Específicamente, la compostera ha contado con la dedicación de Carlos Alberto Castillo, que comenzó su camino en el Colegio como reemplazo de jardineros y personal de aseo, y que ha encontrado una verdadera vocación en esta iniciativa. “Cada día aprendo algo nuevo y tengo la oportunidad de enseñarle a los niños, a los profesores e incluso a universitarios sobre este proceso. Muchos no sabían que existía este espacio, pero cuando lo descubren, se sorprenden por su belleza y su utilidad”, comenta entusiasmado.
El proceso de compostaje aquí es meticuloso y eficiente. Cada ciclo dura entre tres y cinco meses, adaptado a las necesidades del Colegio. Con técnicas que incluyen el uso de cal viva, fosfato, miel de purga y tierra, el compost resultante es de alta calidad y fundamental para el mantenimiento de jardines y árboles. Además, en la compostera se manejan tres tipos de compostaje: el de hojas y material vegetal, el orgánico con restos de alimentos como legumbres y papas, y el lombricompuesto, que utiliza lombrices para acelerar la descomposición y mejorar la calidad del abono.





Los números reflejan el impacto positivo de esta labor. Solo entre agosto y diciembre de 2024, se retiraron 3.584 kg de residuos orgánicos de las cafeterías, un promedio de 716,8 kg al mes. Además, en el último año se depositaron 252,05 metros cúbicos de desechos vegetales en la compostera, transformándolos en 94,52 m³ de compost, lo cual demuestra el compromiso del Colegio con reducir su huella ecológica.
Pero el proyecto no se detiene aquí. Hay grandes planes para el futuro. “Queremos mejorar el espacio de trabajo con herramientas clave, como una licuadora para procesar mejor los desechos, y ampliar nuestras capacitaciones. Imagínate que los padres de familia puedan aprender a hacer compost en casa, o que los niños experimenten de cerca cómo la naturaleza transforma los residuos en vida”, señala Carlos.
El impacto de la compostera en el Colegio Bolívar va más allá del ahorro en fertilizantes o la reducción de desechos. Se trata de un cambio cultural, de una invitación a la comunidad en pro de la concientización y del respeto hacia el medio ambiente. Lo que alguna vez fue un espacio invisible, hoy es un lugar de sostenibilidad y aprendizaje, donde la tierra respira y la comunidad florece.